sábado, 19 de septiembre de 2015

Me duele lo que te duele


¡Me duele lo que te duele!

Mucho se ha hablado de la empatía, de la capacidad de ponerse uno en el lugar de otro.

La mayoría de mis alumnos piensan que la empatía es algo instintivo, por tanto todo el mundo es empático.
Pero cuando les haces pensar en el comportamiento que tienen muchas personas, comportamientos violentos hacia los animales o hacia las personas, se dan cuenta de que todo el mundo no lo es.

¿Qué parte es instinto?

El instinto moral se desarrolla en cada niño para determinar qué es lo que está moralmente bien o mal.

Pablo Herreros en su libro "Yo mono", explica que antropológicamente los hombres somos seres altruistas y nuestra supervivencia como grupos ha dependido del trabajo cooperativo.

El cerebro humano ha ido evolucionando en estructuras neuronales y procesos bioquímicos y nos aseguran nuestra supeviviencia como especie.

¿Qué parte es aprendizaje?

 Las personas aprendemos por observación y por imitación los comportamientos en sociedad.

La empatía tiene un componente afectivo, ¡siento lo que tú sientes!, explicado a través de las neuronas espejo.

La comprensión interpersonal se basa en captar las intenciones y motivos de los comportamientos de los demás.

¡Me duele porque te duele!, las emociones se comparten con los otros, ¡si estás triste yo estoy triste!.

La empatía tiene también un componente moral, analizado a través del procesamiento que hacemos de la información, de nuestra experiencia, de nuestras creencias y valores. En este sentido analizamos si es mejor cooperar o competir (Emilio García, Profesor de Psicología Básica de la Universidad Complutense).

Neurociencia y Psicología Cognitiva se unen para explicar la Empatía.

Desde el punto de vista psicológico, es a lo largo de la adolescencia cuando se desarrolla el razonamiento moral, de ahí la importancia de intervenir en estas edades para ayudarles en su desarrollo evolutivo, a través de dilemas morales, como nos muestra Kohlberg.

Si unimos los dos componentes de la empatía, la parte afectiva y el funcionamiento de las funciones ejecutivas superiores, podremos entender por qué algunas personas son capaces de ponerse en el lugar de los otros y otras personas no.

Los niños pequeños muestran más la empatía afectiva, captan de forma muy rápida lo que sentimos y nos lo transmiten.

Los adultos trabajamos con los dos componentes empáticos, por lo que nuestras reacciones no son siempre las esperadas.

Si nuestro trabajo como mediadores es prevenir conflictos, debemos orientarnos hacia los más pequeños y hacia los adolescentes y tabajar desde las escuelas dilemas morales, para contribuir al desarrollo moral de los mismos.

Los diálogos apreciativos utilizan una metodología que favorece la resolución de conflictos y la empatía.

El comportamiento violento se aprende, pero resulta muy difícil de entender que ese comportamiento se lleve a cabo sobre las personas que más nos quieren y más nos necesitan, como son nuestros hijos.

Decirle a un hijo, que no se le quiere, le produce un verdadero dolor y sufrimiento emocional, no comprensible desde lo racional.

El diálogo con nuestros hijos siempre debe estar abierto, siempre debemos de escucharles.

Es necesario divulgar la metodología de la mediación, necesitamos una sociedad, unas personas mucho más empáticas, que rían cuando riamos, que sean felices cuando lo somos y nos acompañen en la tristeza como  nosotros acompañamos.

Leí un cuento sobre una niña que siempre estaba con sus vecinos, una pareja de ancianos.
Un día la anciana falleció y estando el hombre solo y triste la niña decidió ir a su casa. Cuando llegó se subió a su regazo y permaneció en silencio.

Cuando su madre le preguntó dónde había estado y que había hecho, comentó "ayudando".

¡Aprendamos de los niños!



domingo, 13 de septiembre de 2015

¿Por qué nuestras empresas no cambian?


Porque las empresas están compuestas por personas y las personas no cambiamos tan fácilmente.

Las creencias y valores de una sociedad se transmiten de una generación a otra, de tal forma que se terminan convirtiendo en leyes absolutamente indiscutibles.

Estas creencias determinan nuestro comportamiento individual y colectivo dentro de las organizaciones.
Algunas de estas creencias han sonado en nuestra cabeza como dogma indiscutible desde niños, como:
"lo que nos sirvió en el pasado nos sirve ahora", "cuando una cosa funciona para qué cambiarlo", "la experiencia siempre nos ayuda a resolver problemas", "más vale lo bueno conocido que lo malo por conocer".

Decía Francisco de Quevedo: "poderoso caballero es don Dinero", cuánta razón tenía. Esta es otra de las creencias que guía nuestras andaduras. Dejando muchas veces olvidado el valor que tienen las personas.
Todo se consigue con dinero!

Cuando asistes a Jornadas o a través de los foros , te das cuenta de que algo está cambiando, muchos directivos y trabajadores hablan de felicidad en el trabajo, trabajo en equipo, inteligencia emocional, coaching, resiliencia, mediación y negociación. 

Somos autodidactas y aprendices, de aquellos conocimientos que mejoran nuestras empresas, de lo que entendemos que será el nuevo paradigma empresarial.

Pero que tengamos conocimientos, ¿significa que somos expertos?

Todos conocemos directivos con una amplia biblioteca de libros de autoayuda y dirección de empresas, jefes que escuchan las Jornadas y llegan a las empresas los lunes, pletóricos de entusiasmo y con ganas de aplicar los conocimientos aprendidos.

Entonces, ¿por qué no cambian nuestras empresas?

Porque no cambiamos nuestra forma de pensar, porque pensamos en la cultura del "pelotazo", "del gran proyecto que me retire", "del cliente perfecto", pensando en ocasiones, en controlarlo todo, sin opción a delegar, por miedo a que nuestros trabajadores puedan saber más que nosotros o tomen el control de nuestras empresas, como ocurría en el motín de la Bounty.

Mala herencia tenemos de la picaresca, como aprendimos los que leímos el Lazarillo de Tormes y la Celestina, siendo la desconfianza nuestra mejor aliada.

Si sumamos todas nuestras creencias del pasado y las llevamos al momento presente, la respuesta es un liderazgo basado en creencias y leyes obsoletas, para una sociedad tecnológica y en continuo avance.

Nuestro planteamiento empresarial  ha de ser diferente.



Construyamos las empresas del futuro, basando el liderazgo en la confianza en las personas, en los equipos de trabajo.

Cuando pensamos en el mundo deportivo, ya no podemos pensar en la Selección Española de Fútbol, sin su entrenadores, su médico, fisioterapeuta y psicólogo. Cada pieza es fundamental para el conjunto.

Como líderes no podemos ser coach, mediador, negociador, comercial, habilidoso emocionalmente, debemos comprender cuáles son nuestros puntos fuertes y aquello de lo que no somos expertos, dejemos que los que realmente tienen el conocimiento nos aconsejen.

Construyamos equipos multidisciplinares, utilicemos la inteligencia colectiva y la metodología cooperativa.

Los buenos profesionales son como las buenas ideas, no hacen ruido, porque su recompensa no es económica, su motivación no depende del exterior, si no de la satisfacción de hacer bien las cosas.

Los buenos profesionales no se miden por el índice de audiencia en las redes sociales, si no por la humildad con la que hacen su trabajo, pensando que lo que obtienen no se paga con dinero.

Los grandes cambios, los producen pequeñas personas que piensan que con ayuda de todos se puede llegar más lejos.

La mediación gerencial es sin duda un recurso necesario en las empresas y organizaciones que permita construir el nuevo liderazgo basado en valores y creencias del momento actual.

Si bien, no será la mejor de las opciones, si introduce la cultura dentro de la empresa de ganar-ganar y del diálogo necesario para prevenir conflictos.

Con el esfuerzo de todos, podemos hacer que nuestras empresas cambien.