martes, 28 de noviembre de 2017

Los sueños!


Cuántas veces hemos escuchado que no se pueden cumplir los sueños, que vivimos en un  mundo real no de fantasía, que hay que tener los pies sobre la tierra, que vivimos en un mundo muy difícil y que sólo el fuerte sobrevive.

Y a veces desde pequeños y otras desde mayores, se aniquilan nuestros sueños.

Pero no debemos renunciar nunca a aquellas cosas que nos entusiasman, que nos apasionan, porque nos ayudan a ser resilientes.

En la vida hay que buscar nuestros objetivos y metas, todo lo hacemos con un propósito, pero si perdemos el rumbo acabamos a la deriva.

Y es que estamos hechos de sueños!

Es imposible no soñar!

La actividad eléctrica del cerebro facilita en fase REM (movimientos oculares rápidos) la producción de sueños, siempre soñamos aunque no lo recordemos. Pero si se nos despierta en esta fase y se nos pregunta sobre los sueños podríamos narrarlos.

Freud decía que el mundo del insconsciente se encontraba en nuestros sueños, de ahí la necesidad de recurrir a su interpretación.

Soñamos lo que nos llama la atención durante el día y lo que nos gusta o nos gustaría hacer.

Al menos de noche nos permitimos soñar y en ocasiones desearíamos que aquello no terminase nunca!

De niños soñamos con ser personajes increíbles, ser una sirena, llegar hasta la luna, un sin fin de sueños que reproducimos en nuestros juegos, en la interacción con los otros, somos vaqueros, policías, maestros, arquitectos, nada escapa de nuestra imaginación.

Pero cuando vamos haciéndonos mayores, a veces nos cortan las alas con mensajes del tipo "no digas tonterías", "eso no tiene futuro", " de qué vas a comer". Y abandonamos la danza, la música, el arte, la filosofía, todo aquello que pensamos que no nos va a reportar éxito ni sustento para nuestra familia.

O somos nosotros los que nos las cortamos a través de diálogos internos "nunca serás capaz de hacer nada",  "no eres nadie, "no te engañes más", "soy demasiado mayor para..." y abandonamos nuestros sueños.

Entonces dejamos de vivir, perdemos la ilusión, hacemos cosas que en ocasiones nos hacen sentirnos bien, pero en otras sentimos un vacío.

Renunciar a nuestros sueños por nosotros mismos o por los demás, es autoengañarse, es negar nuestra propia existencia, aquello que nos da sentido, por lo que hemos nacido, por nuestras competencias y habilidades.

Y abandonamos porque el camino no es fácil, no es directo, requiere subir peldaños, pero también bajar, requiere tropezar y equivocarse. Requiere levantarse más fuerte y seguir adelante. Y la carga pesa, pero el camino sigue.

No abandones aquello que te permite vivir, gritar, sonreír!

Más tarde o más temprano los sueños terminan por cumplirse!


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