miércoles, 25 de noviembre de 2015

El sentido de la vida


Muchas veces nos levantamos y nos acostamos, nos levantamos y nos acostamos.

¿Cuál es el sentido de la vida?, encontrar respuesta no es nada fácil cuando a tu alrededor observas el sufrimiento y el dolor de las personas, el daño que nos hacemos unos a otros.

¿Cuál es el sentido de la vida?, en un mundo deshumanizado, lleno de emociones y carente de sentimientos.

El sentido de la vida es aquel motor que llena el alma. Es tu verdadera esencia, es tu libertad, aquello que jamás nos podrán quitar, nuestra capacidad de ser.

Los parisinos sabían de ello, por eso entonaban su himno en la matanza del país vecino, ¡nadie les puede quitar su identidad!

Todo persona necesita encontrar el sentido de la vida, ya que nos hace soñar, cantar, reír, llorar y equivocarnos para aprender. Sin este sentido, vagamos por el mundo, pero no vivimos.

El sentido de la vida es saber el por qué estás aquí, qué puedes aportar.

En la mayoría de los conflictos que tenemos con los demás acabamos pensando que si tenemos problemas es por ellos, así que dedicamos nuestra existencia a hacer la vida imposible a los que nos rodean. Quizás porque son diferentes a nosotros, porque piensan de forma distinta, sin pararnos a pensar que lo bueno es que somos seres únicos.

Vivimos más pendiente del otro, de agradar, de ser aceptado socialmente, de causar daño, de ser el centro de atención, de tener afán de protagonismo, de que se nos reconozcan todos y cada uno de nuestros logros, que vivimos como decía el poeta "vivo sin vivir en mí".

La búsqueda del sentido de la vida nos lleva al "yo", a una reflexión sobre quienes somos y qué queremos hacer, nos distancia del conflicto interpersonal, da sentido a nuestra existencia, marca nuestros objetivos, escalón a escalón, paso a paso, subimos la escalera de nuestros sueños, nuestras metas, aquello que queremos lograr, aquello nos hace sentir más felices.

Cuando encuentras el sentido de la vida encuentras la paz, porque te sientes satisfecho y aprendes que sólo estando bien contigo mismo, se puede estar bien con los demás.

Y cambiamos nuestro lenguaje, ya no decimos " es que tú", decimos "te agradezco".

Y piensas que es bueno, sentirte acompañado en esta búsqueda activa de soñar, pensar, sentir y amar.

¡Busca tu sentido de la vida!

Yo le encontré, el día que decidí: ¡qué el sentido de mi vida era ayudar a los demás a encontrar el suyo!


viernes, 13 de noviembre de 2015

El viaje


Son muchas las personas que nos encontramos en nuestro camino a lo largo de la vida. Algunas pasan desapercibidas y otras nos dejan huella. Muchas veces tenemos la sensación de conocer a alguien, como si la hubiésemos conocido siempre.

Nosotros somos una locomotora que conduce diferentes vagones, cada vagón corresponde a una etapa de nuestra vida.

El primer vagón es el vagón de la infancia, en él suben muchas personas, en esta etapa todos somos amigos, todas las personas son importantes para nosotros.

En el segundo vagón, viajan nuestros compañeros del colegio y van subiendo en cada estación, pero también bajan personas que son importantes para nosotros y fallecen. O bajan aquellos niños que no consideramos tan amigos, aún así el círculo de las amistades es bastante grande.

El vagón tercero, el de la adolescencia, tiene más movimiento, aquí suben pocas personas, pero bajan muchos. Nos hemos vuelto selectivos, no nos interesan todas las personas, sólo nos interesan los que entendemos que son amigos de verdad, en los que se puede confiar.

El vagón de la etapa adulta, el cuarto vagón, es un vagón dónde apenas sube gente y muchos bajan, personas importantes para nosotros que ya no están, personas que por trabajo y por su vida personal se mantienen en la distancia. Aquí están nuestros mejores amigos, los incondicionales, aquellos que dan y no piden nada a cambio.

Y en el último vagón, la tercera y cuarta edad, en el que suben los nietos y bajan muchas personas.

En el viaje de la vida, vamos estableciendo vínculos afectivos, que nos condicionan durante nuestra vida. Podemos cambiar nuestros vínculos y cambiar nuestras relaciones.

No es fácil convivir con los otros, ya que piensan diferente y por tanto, la convivencia no está exenta de conflictos. Dichos conflictos afectan a nuestro vínculo con los demás.

En nuestro viaje por la vida, hay momentos en los que debemos parar y descansar, aprender a saborear las cosas, a disfrutar del momento, a estrechar lazos con los demás. Hay momento en los que "si yo estoy bien tú estás bien". Por tanto, hay que hacer un alto en el camino para tomar aire, respirar, sentirnos bien y fortalecer nuestras relaciones con aquellas personas que sienten lo mismo que nosotros sentimos, dónde el grado de afinidad es muy alto.

Tal vez, si a lo largo del camino parásemos, nuestras relaciones se verían y entenderían de otra manera, ya que para solucionar el conflicto hay que salirse de él. Si además nos sentimos vinculados emocionalmente es más difícil estar eternamente enfadados.

¡Es tiempo de disfrutar del paisaje!