lunes, 19 de diciembre de 2016

El espíritu de la Navidad


Van pasando los años y cada año volvemos a recordar la importancia de estas fechas.

La Navidad es una vuelta a las tradiciones, a lo que cada uno de nosotros hemos vivido en nuestros hogares desde la infancia.

Recuerdos asociados a los sentidos, los olores a repostería casera o guisos de invierno, los colores luminosos de las luces y de los adornos, el sonido de los cascabeles, las zambombas y panderetas, el sabor a turrón o mazapán y el tacto del papel de regalar.

Es una vuelta a los valores religiosos, que nos acercan al verdadero sentido de celebración.

Recuerdo los villancicos y sus palabras hermosas, recuerdo anuncios en los que las muñecas iban camino a Belén, recuerdos de imágenes de compañerismo y bondad.

La Navidad es una vuelta a los valores más humanos, a la solidaridad y al altruismo, son muchas las campañas iniciadas en esta época del año para recoger ropa, alimentos y juguetes, también se realizan muchas de ellas a lo largo de todo el año, pero quizás el recuerdo de los que no están, de las cosas que verdaderamente son importantes nos acercan más a esta realidad.

También son muchos los que especialmente en estas fechas abren sus casas y locales para aquellos que están solos, con el objeto de que sientan el calor de un hogar, aún hoy en día se pueden encontrar ángeles.

Y nos sentamos a la mesa, con los que más queremos y con la misma ilusión que cuando éramos niños, pero no nos olvidemos de agradecer esta situación que es totalmente ajena al sufrimiento de otras personas en otros países. 

Quizás la Navidad nos devuelva a nuestra parte más humana, a la que reconoce al otro y espera y desea que la situación de los países que viven el horror cambie.

Quizás la Navidad sea aquello que habita dentro de nosotros, la esperanza por un mundo mejor, dónde la armonía reine en nuestros corazones, durante todos los días del año.

Se tú la luz de la Navidad que ilumina e ilusiona hacia el camino de la paz, con la esperanza de que un mundo mejor es posible.

¡Feliz Navidad!

martes, 6 de diciembre de 2016

Cuando dejamos de soñar






Nunca nos conformamos con lo tenemos!

Nos pasamos la vida pensando en lo que seremos, lo que haremos o lo que llegaremos a tener.
Cuando somos niños soñamos con ser mayores para poder hacer cosas que no nos permiten hacer.
De adolescentes soñamos con cambiar el mundo, con independizarnos y vivir nuestra propia vida.
Y ya de adultos con tener prestigio, dinero y una buena profesión.
Y es que para nosotros nunca es suficiente!
Por muchas cosas que tengamos nunca las llegamos a valorar lo suficiente, pero esto no sólo nos ocurre con las cosas también nos ocurre con las personas.

Cuando dejamos de soñar vamos a la deriva, nuestros sueños son nuestras metas, nuestros objetivos, son las coordenadas que nos dirigen hacia la costa, sin sueños sin metas, nuestra vida deja de tener sentido y también la vida de los demás.

Muchas veces vemos en los demás los culpables de todos los problemas, no asumiendo nuestra parte de responsabilidad.

En nuestro afán por ser alguien que no somos, pero que creemos que debemos de ser, nuestro individualismo y egoísmo en muchas ocasiones nos lleva a no apreciar a las personas que tenemos a nuestro lado.

No podemos soportar que destaquen por encima de nosotros o que cumplan sus sueños, cuando nosotros no los hemos cumplido, así que nos convertimos en personas influyentes para los demás pero de forma negativa.

Es cierto que en ocasiones nos gustaría que los demás cumplieran nuestros sueños, así a nuestros hijos les influimos para que lleven a cabo lo que nosotros no pudimos lograr, pensando que si ellos cumplen nuestro sueño también será el suyo.

Pero en otras ocasiones, nos dedicamos a alimentar el desánimo de las personas que tenemos alrededor, "tú nunca serás nadie", "no vales para nada", "nunca podrás estudiar", tejiendo una tela de araña sobre la más absoluta convicción de que los sueños no ocurren, que la vida es así, que esto es lo que me ha tocado vivir y que soy yo la fuente de todos los problemas.

Dichas telas te atrapan en la desesperanza, en la rutina y en la resignación, terminando por no saber quién eres y por pensar que todo lo que ocurre es por tu culpa.

Pero lejos de ser el culpable o la culpable de los problemas, eres víctima y tu único delito ha sido depender de los demás para crear tu propia vida, que ya no es tuya, es la vida que los demás han querido para ti. Tu único delito ha sido dejar de soñar.

Y ahora piensas que la vida no es vida sin el otro y justificas su conducta, cuando tú eres el dueño de tu propia vida y tú decides cómo quieres vivirla.

Cuando no conseguimos lo que queremos, no dejamos que el otro lo haga, somos aniquiladores de ilusiones, lejos de ayudar al otro a conseguir lo que desea le apartamos de ese camino.

Y cuando no conseguimos lo que queremos, los demás ya no nos importan, entramos en crisis y pensamos que cambiando radicalmente nuestras vidas, conseguiremos todo, temerosos de una vida que no detiene el reloj, camino hacia el envejecimiento.

Me pregunto cuándo nos daremos cuenta que lo que nos hace sentirnos bien anida en nosotros, que valorar las pequeñas cosas nos hace sentirnos más felices y que sólo compartiendo con los demás, sin esperar nada a cambio y respetando la diversidad en el otro, alcanzaremos lo que soñamos.

El egoísmo e individualismo nos aleja de nuestros sueños, de nuestro sentimiento de vivir de forma plena nuestra vida.

Alegrarse del éxito de los demás, valorar cómo somos y cómo son los demás, no querer cambiar ni cambiar a los otros y alegrarse por las pequeñas cosas que ocurren cada día, aprendiendo a respirar, a observar y a disfrutar de cada día sin pensar qué puede pasar o qué pasó y no volverá a pasar, viviendo cada día como un nuevo despertar, un nuevo amanecer, disfrutando, más tarde o más temprano siempre termina por salir el sol.

La vida no siempre es fácil, pero nosotros decidimos!
 

martes, 29 de noviembre de 2016

Educando en valores



El aumento de la violencia en la expresión del lenguaje en las redes sociales que viene aconteciendo en el último año, es bastante alarmante. Las redes sociales nos proporcionan cierto anonimato y confusión al entender que tenemos derecho a expresar libremente nuestra opinión, pero la libertad de expresión acaba cuando faltamos al respecto, humillamos o amenazamos a alguna persona, ya que entonces entramos a cometer una falta o delito en muchas ocasiones. No importa el tema de debate, si pasamos los límites de la legalidad.

Recientemente he tenido la oportunidad de participar en el II Congreso Internacional de Calidad Democrática, Buen Gobierno y Corrupción Política, en el que puede extraer varias conclusiones.

Entre los países menos corruptos se encuentra Finlandia, siendo modelo también para la educación y la conciliación de la vida familiar y laboral. Si analizamos la situación nos encontramos de fondo el "respeto a la autoridad".

Por el contrario entre los países más corruptos como Somalia, se encuentran aquellos en los que la administración pública, los funcionarios,  y los políticos son corruptos.

Aquellos países más corruptos tiene mayor riesgo de pobreza infantil, aquellos más corruptos son también los países con mayor índice de violencia y delincuencia.

España no es uno de los países más corruptos, ya que nuestra administración no lo es, pero existen personas que cometen corrupción y tenemos problemas de violencia y de pobreza infantil, en unos índices que son indicadores de cambio.

Las personas que acuden de Latinoamérica se sorprenden al observar que en España se puede ir en metro o autobús, siendo medios públicos de transporte, cuando en la mayoría de sus países de origen no ocurre de esta manera.

Un profesora de la Universidad Militar Nueva Granada en Colombia, me comentaba que conviven con la violencia y con los homicidios de forma tan continúa, que les da la sensación de haberse hecho inmunes a esta situación.

Nosotros podemos contribuir a mejorar toda esta situación a través de la prevención y de la intervención, a través de nuevas herramientas y fórmulas de diálogo y respeto que mejoren la convivencia.

Debemos dar el paso del individualismo al cooperativismo, del egoísmo al altruismo.

Hemos puesto el enfoque en lo negativo, en lo mal que van las cosas, hemos olvidado apreciar lo bueno que tenemos.

Tenemos muchos voluntarios, muchas asociaciones, fundaciones, el Tercer Sector es fundamental para el Estado de Bienestar y a nivel social nos conecta con el lado más humano.

El cambio hacia una sociedad mejor es posible si volvemos a educar en valores desde la infancia y nosotros los adultos cambiamos nuestras actitudes más violentas, poniendo el foco de atención en aquellas cosas que son las fundamentales para convivir con los demás de forma más saludable.

Un mundo mejor es posible, si cada uno de nosotros ponemos de nuestra parte para cambiar nuestra forma de entender la sociedad.

Nos justificamos con la España del Lazarillo de Tormes o de la Celestina, justificamos así nuestra picaresca, pero somos mucho más que eso, también somos la España de Unamuno, de Machado y de otros muchos más representantes.

Como bien dijo el poeta: "Caminante no hay camino se hace el camino al andar"


viernes, 11 de noviembre de 2016

La familia


Muchos cambios han acontecido en las familias, como podemos ver hace unos años el concepto de familia era el de familia extensa, abuelos, padres, hijos, tíos, primos, todos formaban parte de la "familia".



En cambio ahora hay muchos tipos de familias, los padres con los hijos, las familias monoparentales, las familias reconstituidas, entre otras.

No sólo ha cambiado el concepto, también han cambiado los estilos educativos, hemos pasado desde un estilo autoritario, basado en un estilos de comunicación unidireccional, hipernormativo y punitivo, generando en ocasiones adultos violentos, la violencia genera violencia, o por el contrario adultos sumisos, acostumbrados a las órdenes y a la obediencia. A otro estilo permisivo, carente de normas, en el que se premia a los niños hagan lo que hagan, generando niños tiranos, que son violentos con sus familiares y adultos frustrados y agresivos.

El estilo sobreprotector, hoy en día también es común, el miedo a que a los niños les ocurra algo malo en una sociedad difícil y cambiante, ha convertido a los padres en temerosos y a sus hijos en dependientes psicológicamente y con una baja autoestima.

El estilo más olvidado, el estilo democrático o asertivo, normativo y con límites, que deja autonomía a los niños y permite un diálogo constante.

La familia institución social por excelencia, motor económico de un país, es la gran olvidada.

¡Propongo volver a la familia!

Los poderes públicos aseguran la protección social, económica y jurídica de la familia. Artículo 39 de la Constitución Española:

Los poderes públicos aseguran, asimismo, la protección integral de los hijos, iguales éstos ante la ley con independencia de su filiación, y de las madres, cualquiera que sea su estado civil. 

La ley posibilitará la investigación de la paternidad.

Los padres deben prestar asistencia de todo orden a los hijos habidos dentro o fuera del matrimonio, durante su minoría de edad y en los demás casos en que legalmente proceda.

Los niños gozarán de la protección prevista en los acuerdos internacionales que velan por sus derechos.

Propongo rescatar los valores de la familia, la verdadera educación, asumir nuestras responsabilidades.

Hemos perdido el diálogo familiar, el juego es un elemento simbólico, necesario para la socialización de los niños y necesario para la mejora de la comunicación, de la expresión de emociones y de las relaciones.

Nuestras excusas múltiples, estamos cansados, no tenemos tiempo, exceso de tareas, demasiados deberes, demasiada tecnología, el niño no quiere...

Estamos perdiendo también la ilusión en la familia, la risas, las cosquillas, las carreras por los pasillos, el hacer tonterías juntos y bailar.

Nuestra seriedad de adultos, nuestros problemas cotidianos, nos descentran de lo verdaderamente importante de nuestros abuelos, padres, hijos, dejando de disfrutar esos momentos que ya nunca volverán.

Debemos transmitir el verdadero mensaje a todos los miembros de la familia: "tú me importas".

¡Apostemos por devolver el valor a la familia!


lunes, 7 de noviembre de 2016

¿Nacemos siendo violentos?




En las últimas clases que he tenido con mis alumnos, me han hecho la misma pregunta y me han dado la misma respuesta.

La mayoría de ellos ante la pregunta si nacemos siendo violentos, han respondido que sí, independientemente de su profesión y estudios de origen. 

Esta situación me preocupa, ya que tenemos tan interiorizada la violencia y el ser violento, que hemos llegado a creer que somos violentos por naturaleza, por lo que se puede justificar nuestra conducta.

Para Rousseau, filósofo (1712-1778) los seres humanos nacen buenos y es la sociedad la que los corrompe. El hombre es un ser social, que necesita vivir en sociedad, nace con unos universales éticos y morales, no nace siendo bueno o malo, nace con estos universales.

La violencia es una expresión cultural, por lo que su aceptación o no dependerá de la propia cultura, está unida a la intencionalidad de ejercer daño por la persona o por la sociedad que lo acepta.

¡La violencia es cultural y la familia la es la primera institución que enseña, permite, acepta la misma!

Por tanto es crucial el papel de familia como educadora y transmisora de la cultura de la paz y de la no violencia.

La violencia es cultural y la agresividad es la repuesta comportamental.

La agresividad se desarrolla en ocasiones por alteraciones biológicas del cerebro.

Antonio Damasio, Psicólogo expresa que es la agresión la que de manera importantísima altera la química de los organismos vivos. La violencia genera violencia.

Pablo Herreros, Antropólogo, explica que el altruismo y la cooperación han jugado un papel fundamental para nuestra superviviencia como especie. 



El altruismo está muy relacionado con la activación emocional positiva. Las personas que son altruistas suelen tener un buen estado de ánimo, lo que les hace ser personas más sociables y sentirse mejor con ellos y los demás. Aunque también siendo altruistas conseguimos mejorar nuestro estado de ánimo.

Una obra reciente, publicada por Springer bajo el título “Origins of Altruism and Cooperation” (Orígenes del altruismo y de la cooperación), señala que el ser humano no es hostil o competitivo por naturaleza, sino altruista y cooperador.

En el Siglo XVII, Hobbes filósofo, explicaba los conflictos humanos atendiendo a tres principios: la competitividad, la desconfianza por la seguridad y la búsqueda de reputación. Sin embargo para Springer, sólo cuando las personas están sometidas a presión, existen daños cerebrales o enfermedades mentales, tendríamos comportamientos agresivos.

A través de la selección natural, primates y humanos han desarrollado áreas del cerebro que generan sensaciones de placer y de satisfacción a partir de la cooperación.

Por tanto, podemos concluir que tenemos evidencias suficientes desde la Biología, la Psicología, la Antropología y la Medicina, para pensar que aprendemos a ser violentos.

Conocer estas evidencias científicas nos ayudarán a comprender mejor cómo surgen l,os conflictos entre personas y la necesidad de prevenir la violencia, desde comportamientos prosociales.

La empatía fundamental en mediación es una pieza clave para la cooperación.




miércoles, 26 de octubre de 2016

Hemos perdido la ilusión en el trabajo


Estos días he visitado empresas y los trabajadores siempre me manifiestan el desánimo y la desmotivación en su trabajo.

Dedicamos unas ocho horas al trabajo, muchos más, nos relacionamos continuamente con los compañeros y con los superiores, debería ser el lugar de trabajo un lugar dónde realmente nos sintiésemos bien.

Son muchos los conferenciantes que hablan de felicidad en el trabajo, empresas saludables, engagement y otros términos afines, pero la realidad de nuestras empresas y de nuestros trabajadores dista mucho de todos estos aspectos.

Hay trabajadores que no paran a almorzar o a tomar un café, fuera de las costumbres de cada uno y de cómo nos alimentamos, además de las consecuencias que derivan en el rendimiento de trabajo, dejamos al lado una comunicación necesaria que fortalece equipos, que crea sentido de pertenencia, la comunicación informal. Yo la llamo momento "cámara café", ese momento que junto a la máquina hablamos de cosas del trabajo y de cosas que no los son (¿qué tal el fin de semana?, hoy voy de cumpleaños, ¿qué me pongo para esta boda'). Estos momentos nos relajan, nos distraen y cuando volvemos al trabajo, lo hacemos con otra actitud y también con el sentimiento de pertenencia a la empresa.

Los trabajadores no paran a almorzar, pero tampoco para comer, más preocupados de responder a todos los e-mails y de terminar a la hora, se olvidan de alimentar sus organismo y su cerebro, que seguirá consumiendo energía de otra forma distinta.

Luego en la mayoría de las empresas no existe comunicación informal, lo que deriva a falta de coordinación, de relación, de entendimiento y genera emociones negativas.

Yo propongo "los viernes paella" a las empresas, la razón favorecer la comunicación informal.
No existen momentos y espacios de diversión, que reduzcan el estrés y agotamiento del día a día, faltan risas y llantos, que nos llenen de complicidad, falta el "buen rollo" para sentir emociones positivas, para contagiarlas, para ser creativos y resolutivos, nos falta la ilusión por nuestro trabajo.

Muchos directivos son tóxicos y transmiten en su gerencia este clima nada saludable, pero los trabajadores también se han vuelto tóxicos, lejos de pensar en qué pueden solucionar ellos, analizan que el problema viene desde arriba, pero no que la solución se encuentre en ellos.

Debemos recuperar nuestra ilusión, sin ilusión los conflictos están más que asegurados.

Comparto esta frase para la reflexión:



sábado, 1 de octubre de 2016

Emociones 2.0


¡Creo en las personas! 

He escuchado estos días decir cosas tan bonitas que si tuviese alas volaría.

Y es que aún tenemos personas que son buenas por naturaleza.

Tecnología y emociones resultan términos aparentemente difíciles de conciliar, ante la nueva era digital y centrada en la inteligencia artificial puede parecer que hablar de emociones no tenga ningún sentido, pero nada más lejos de la realidad.

Las redes sociales se han convertido en un gran medio de expresión emocional, es cierto que para bien y para mal. Pero yo voy a referirme al buen uso de internet. 

A los 14 años descubrí lo que era hablar por la radio, podía hablar largas horas de forma relajada ya que sabía que nadie me estaba viendo, sólo escuchando y sentíamos y contactábamos con personas de todo el mundo que tenían algún tipo de afinidad con nuestra forma de ser. El anonimato de la voz es parecido al anonimato de las redes hoy en día. Por aquel canal también fluían emociones, por lo que acabábamos formando reuniones con el objeto de poner cara a aquellas dulces y melodiosas voces que te transmitían numerosas emociones.

Hoy en día podemos decir que las emociones se contagian y se trasmiten por redes, no ponemos voz, algunos ponemos cara, pero lo que si que hacemos es poner el alma en la escritura.

En una sociedad que vive deprisa, la necesidad de sentirte escuchado y comprendido es fundamental para paliar la soledad del día a día.Y las redes permiten sacar nuestros sentimientos y ponerlos a disposición de aquellos que nos quieran leer.

Porque no nos ven, hablamos de lo que sentimos, porque no hemos aprendido a ponernos delante de la gente y expresar lo que sentimos, de nuevo el anonimato nos ayuda en este sentido. 

Leemos y contestamos, reflexionamos y pensamos, compartimos o discrepamos, pero siempre expresamos, creamos las redes emocionales, que como las neuronas espejo, resuenan. Y esperamos que nos lean determinadas personas o les dirigimos mensajes con carga emocional, porque sentimos a través de los cables y necesitamos compartir esos sentimientos con los otros, llegamos a leer la emoción detrás de la escritura y empatizamos con aquellos que intuimos que no lo están pasando bien, o que necesitan un abrazo virtual, un sentirse querido o una carita sonriente, porque necesitamos saber que no estamos solos, que nuestra vida tiene sentido, que lo que hacemos importa, queformamos parte de una sociedad. Y lo acompañamos de emoticonos, imágenes o videos, que despierten esas emociones.

Cuando te encuentras a alguna persona en algún evento te da la sensación de conocerla desde siempre y el grado de afinidad es muy alto.

Cuando escuchas a las personas mientras les brillan los ojos y contactas con ellos a través de la mirada, las emociones se contagian.

Creo en las personas que se emocionan cuando te hablan de sus hijos, de sus parejas, de sus amigos, de sus clientes y de sus obras sociales.

Y me maravillo ante aquellos que ponen sus emociones al servicio de los demás, que aspiran a ver la sonrisa de un niño cuando da un  juguete para aquel que no lo tiene, que tiene una frase de acogida para quién lo necesita, que tiene un plato de comida demás, quien acepta al otro sin importarle su pasado, quien proporciona calor en los últimos momentos de una vida y esto me devuelve la ilusión de creer en las personas.

Las emociones se contagian y la mediación pone las bases para que sea posible.

jueves, 15 de septiembre de 2016

Un mar de emociones


¡Un mar de emociones es lo que siente un mediador, a veces en calma, a veces marejada o marejadilla!

Las emociones nos inundan a los mediadores, desde el primer momento, nuestra vida está inmersa en esta montaña rusa.

Muchas veces te sientes triste al comprender al otro, otros disgustado porque las partes no se escuchan y no son capaces de ponerse de acuerdo, o felices al compartir la felicidad de los demás.

Pero las olas ondulan desde hace tiempo, cómo en el Congreso Internacional de las Palmas comiendo queso en la casa de Maspalomas de un gran anfitrión, o en las primeras Jornadas de Mediación Comunitaria en Barcelona, dónde compartimos Sònnia y yo, la noticia de la gestación de Javier. O aquella vez en la Facultad de Derecho en Valencia, cuando Jordi hablaba de resiliencia dejando mudo al auditorio, o cuando en Barcelona debatíamos los "supuestos expertos en mediación" embarazada de dos meses. El destino quiso que fuese de nuevo a Barcelona a reencontrarme con las emociones, con aquellos alumnos dispuestos a abrazarme sin pedirme nada a cambio.

Historias de trenes, de horas de conversaciones anónimas, o de aviones, cómo aquella vez en que Chicote me invitaba a correr por la terminal de Barajas para alcanzar a mi conexión.

Momentos de comidas, cenas, desayunos, algún que otro amontillado, invitando a compartir las mejores emociones y el agradecimiento por un trabajo bien hecho.

Risas, bromas, ojeras y mi eterno compañero de viaje, mi pequeñito, aquel que estuvo viajando conmigo y hoy quiere ser mediador.

Pero también lloramos y se nos va un trocito de corazón por cada persona que pasa, esperando saber con el tiempo noticias que te digan que la tormenta ya pasó.

He visto reir y llorar, he visto el dolor y la felicidad, arriba a abajo, como las olas en el mar.

Historias, mil historias...



jueves, 8 de septiembre de 2016

La vuelta al cole



Iniciamos curso académico en Infantil, Primaria y Secundaria y lo hacemos como siempre con mochilas nuevas, estuches, bolígrafos y gomas, con nuestras coletas y con las mismas ilusiones que los años anteriores.

Iniciamos el curso con asignaturas pendientes:

- violencia de género: necesitamos empoderar a las niñas, es a partir de los cinco años cuando las niñas empiezan a hacerse pequeñitas y algunas de ellas en la adolescencia pasan desapercibidas.

Necesitamos una educación desde la igualdad de género. Necesitamos saber detectar los micromachismos y aquellas palabras, aquel lenguaje y acciones que reflejan la violencia.

- Violencia entre iguales: entender la violencia como algo intrínseco al ser humano, como la única alternativa para hacerse respetar y para ser un líder, convierte a nuestros menores en víctimas de una sociedad que saca lo peor de nosotros.

Necesitamos el diálogo, la comunicación, las habilidades sociales, el control emocional, la gestión de los conflictos, la mediación, la inteligencia emocional y el mindfullness, sin dejar de lado un entrenamiento en dilemas morales.

- Ciberdelincuencia: el anonimato en las redes sociales, la intolerancia, la falta de valores morales, la carencia de autoestima y de habilidades sociales, ha convertido las redes sociales y la tecnología como una forma de hacer daño gratuito a los demás.

La educación en nuevas tecnologías, la educación en valores, el refuerzo de la autoestima y entrenamiento en asertividad y gestión emocional, nos necesarios en este ámbito.

- Alcohol y drogas: los menores a partir de los doce años se inician en el consumo del alcohol, lo hacen desde la creencia de algo que es aceptado y entendido por la sociedad como imprescindible para ser aceptado por los grupos y como vehículo de socialización. El botellón es a lo que aspiran algunos jóvenes que piensan que es la mejor iniciación para la etapa adulta y por supuesto, la mejor fórmula para el ocio y tiempo libre.

El cannabis, te hace pensar si algún joven no lo consume, lejos de entender los graves riesgos a nivel cerebral que conlleva su uso y abuso, lo utilizan para olvidar y no pensar en el momento actual que viven y en el futuro que les espera, dejando de lado cualquier pensamiento y creatividad, totalmente aniquilada por efecto de las drogas.

Necesitamos talleres experienciales, no más charlas de educación, necesitamos una formación en primera persona, que asegure el entendimiento de estas drogas y de uso.
Y por supuesto la siempre necesaria tarea educativa del resto de las drogas ilegales.

- La falta de respeto al profesorado y los compañeros: necesitamos más educación en valores, urbanismo, civismo, ética y moral, educación a la ciudadanía o tutorías, pero impregnemos las aulas de valores.
Solidaridad, convivencia, integración, respeto.

- La desmotivación por el estudio: impartir las mismas asignaturas, de la misma manera, año tras año.
Debemos introducir las nuevas tecnologías, una educación basada en la creatividad e innovación, potenciando el talento de cada alumno y respetando sus ritmos de aprendizaje.
Las aulas deberían ser los lugares más felices para los niños.



La receta para la vuelta al cole pasa por la filosofía de la mediación, el mindfullness, la inteligencia emocional, la educación en valores, la creatividad, la innovación y el emprendimiento, la inclusión y aceptación de la diversidad.

Diseñemos un modelo educativo que tenga como lema fundamental la educación en valores, ayudará a nuestros hijos a ser mejor personas.

¡Los niños deberían ir al colegio para ser felices!

martes, 30 de agosto de 2016

Un puente entre emociones


Muchas veces pensamos en qué nos diferenciamos de los animales.

Nos parecemos en que somos seres emocionales, nuestra diferencia nuestra complejidad neuronal y nuestras cogniciones.

Pero somos seres emocionales, ya que nuestro cerebro se creo para la supervivencia de la especie humana, siempre en alerta por tanto.

Cuando mediamos nos convertimos en un puente entre emociones.

El conflicto es inherente al ser humano como también lo es la emocionalidad, luego no hay conflicto sin emociones, no podemos prescindir de ellas y de nuestro funcionamiento cerebral.

Hablamos de la activación de estructuras cerebrales cuyo objetivo es la supervivencia, por tanto nuestro sistema límbico nos avisará y actuará en función de nuestra interpretación de la realidad.

Mediamos con emociones y con diversas y complejas interpretaciones de la realidad, dejar las emociones al lado, nos convierte en meros negociadores, pero no en auténticos mediadores que faciltan la comprensión y entendimiento en este caos emocional.

Nuestros mayores enemigos, nuestros miedos, aquello que tememos realmente que pueda ocurrir, la incertidumbre, la ausencia de control sobre las personas y sobre las cosas.

El caos viene de la incertidumbre, del temor al cambio, a lo desconocido, a salir de la zona de confort, a iniciar algo nuevo.

El caos y la incertidumbre contribuyen a que nuestro cerebro actúe ya que nos aleja de la supervivencia.
El control sobre las cosas y sobre las personas, nos genera la suficiente tranquilidad como para que nuestro cerebro interprete que no estamos en peligro de extinción.

Pero la vida es caos y los conflictos con los otros nos llevan irremediablemente a la incertidumbre, y la incertidumbre al miedo y el miedo a la violencia y a la agresividad.

A veces pensamos que como actuamos violentamente somos seres violentos, pero no lo somos, actuamos por miedo y para sobrevivir como especie debemos mostrar que sólo siendo fuertes, siendo agresivos y mostrando nuestro dominio y fuerza podremos sobrevivir.

¿Y no actuamos así cuando nos sentimos amenazados por los otros?

Luego es tarea del mediador, la gestión del caos y de la incertidumbre.

Es tarea del mediador la gestión de las múltiples emociones que uno pueda sentir en función de sus pensamientos, no para cambiarlos, si no para favorecer su descubrimiento y la comprensión de los otros.

Luego la mejor definición de un mediador debe ser "un puente entre emociones".


" Todos los caminos nos llevan a un lugar, pero no todos nos conducen a la paz"

martes, 12 de julio de 2016

¿Por qué perdonar?


¿Por qué perdonar cuando se nos hace tanto daño?

Hace unos años el perdón era un valor en alza.

Si bien hay personas que les cuesta por orgullo reconocer sus errores o son rencorosas para poder conceder el perdón, otras personas piden perdón por todo aquello que hacen esté bien o mal hecho.

Decía Javier Escrivá, catedrático de Derecho Eclesiástico, que en el momento actual todo se ha vuelto imperdonable.

¿Es por tanto una falta de valores religiosos o se debe a otras causas?

Lo cierto es que no deja de tener razón, cualquier cosa que nos dicen o nos hacen lo consideramos imperdonable y por tanto, aquellos que las realizan deben de ser castigados.

Pensamos que la vida no es justa, como tampoco lo son las personas que nos tratan mal y no nos aceptan como personas y acudimos a la Justicia, pensando que encontraremos la solución a nuestros problemas, que nos darán la razón, porque hoy en día todo es denunciable, porque todo es imperdonable y alguien debería hacer alguna cosa para solucionar nuestra situación.

Detrás de lo imperdonable, se encuentra el dolor, la tristeza, la rabia, el deseo de venganza, el odio. 
Emociones mal gestionadas, sentidas pero no expresadas, que van dañando el corazón.
A pesar de ser todas ellas negativas hemos aprendido que en la vida se aprende a base de golpes y que no se puede esperar nada de nadie.

¿Habrá desaparecido el perdón de nuestro vocabulario, merece la pena expresarlo?

No podemos resolver problemas desde las emociones y sentimientos negativos, porque sólo nos resta energías y nos genera enfermedades, nos separa de los demás y nos aísla del momento presente y de la apreciación de las cosas que nos recuerdan que estamos vivos.

Siempre tristes, siempre enfadados, siempre pensando que son los demás los culpables de nuestros problemas. Nunca asumimos nuestra responsabilidad, pensamos que hay cosas que se solucionan solas.

¿Pero qué hay detrás del perdón a los demás?

Nos cuesta pedir perdón a los otros porque no somos capaces de perdonarnos a nosotros mismos, simplemente por haber nacido, por estar vivo.

Nos cuesta perdonarnos a nosotros mismos por cosas que hicimos o o dejamos de hacer en el pasado, por lo que podíamos haber dicho o por lo que dijimos, por las decisiones que tomamos, por la vida que llevamos y por la vida que nos hubiese gustado llevar.

Nos cuesta renunciar al pasado, al perfeccionismo, a los deberías o tengo que hacer, nos cuesta aceptar nuestros errores y el derecho a equivocarnos, nos cuesta aceptar como somos y para qué estamos aquí.

El perdón a los demás sólo es posible desde el perdón a nosotros mismos, sólo así seremos libres.

¡Es tiempo para el perdón!


viernes, 15 de abril de 2016

Soñamos en mediación?


Esta mañana he estado compartiendo ideas, opiniones y emociones, dentro de una pequeña pero maravillosa Jornada sobre diversidad organizada por la Universidad de la Florida!

Es la primera vez que acudo a esta Jornada y para mi sorpresa me encuentro este rinconcito lleno de cojines que hablan de sueños y pienso esto es lo mío!

Y me doy cuenta que somos muchos los que soñamos, más de los que pensamos y que además tenemos sueños compartidos.

Me encanta saber que estas almohadas vienen casi todas de Magisterio, de profesores de Educación Infantil y de Secundaria, que sueñan con ser MAESTROS, porque saben el talento y potencial que tienen nuestros jóvenes y la necesidad de tener un educador, alguien que fuera de las familias les escuche y les oriente.

Son maestros que no buscan la excelencia para tener un título en su despacho, al contrario son anónimos, pero son influyentes, crean un antes y un después en nuestras vidas y en las vidas de nuestros hijos.

Todos tenemos en mente el nombre de un profesor, no porque adquiriésemos mayor conocimiento de las cosas, si no por la forma en qué las explicaba y por la atención que nos dedicaba.

Yo tengo a Ángel, mi profesor de Psicobiología en primero de carrera, que siempre me saludaba por las mañanas parándose y dedicándome la mejor de sus sonrisas.

Ángel y yo hemos acabado siendo compañeros de trabajo y en nuestra última conversación hace un año en la cafetería de profesores, me contó que él siempre ha guardado las fichas de aquellos alumnos que tenían algo especial para él, por alguna razón que no recordaba había guardado la mía. Él era influyente, siempre le aplaudían en sus clases y ahora que ya no está con nosotros, sé que está en mi corazón y en el de otros muchos alumnos.

Como docentes tenemos una gran responsabilidad con nuestros alumnos porque para bien o mal nosotros también influimos en ellos.

Compartimos la ilusión de un mundo mejor y sabemos que debemos acudir a la infancia, a la educación en valores, a la mediación entre iguales, a la integración y tolerancia entre culturas.

Esta mañana he escuchado que no debemos ser meros transmisores de conocimientos, si no debemos conseguir sembrar la semilla, para que de ellos fluya el verdadero conocimiento.

He escuchado que cuando los inmigrantes y refugiados no se sienten integrados en la distintas sociedades y culturas no tienen nada que perder y se convierten en delincuentes o terroristas, al no asumir una identidad cultural.

He escuchado a una maestra de Educación Primaria decir que le pregunta a los niños antes de dar clase, cómo se sienten y les hace escribir en un papel sus emociones y a partir de ahí, decide si dar o no la clase.

He escuchado aprendizaje en valores, aprendizaje cooperativos, gestión de las emociones, mediación, integración, diversidad.

Esta tarde he escuchado a Mohamed que con 23 años ha sido capaz de crear una Asociación que trabaja para la integración cultural, intergeneracional y realizan mediaciones comunitarias de toda índole.

Me quedo con la sensación de que vamos por buen camino, hacia un cambio de paradigma meta-cognitivo de la educación, porque ya no nos conformamos sólo con saber, buscamos, nuevas propuestas y nuevas intervenciones.

Y la mediación entiende mucho de sueños, de cambiar actitudes, de generar emociones, de influir en el otro.

Y yo sigo soñando que el cambio es posible, ahora soy yo la que recuerda a sus alumnos especiales, porque ellos también me influyen.

Termino con la frase de Mohamed: "Si yo estoy en la luna, vosotros no estáis en la tierra".

sábado, 27 de febrero de 2016

La aceptación y el perdón


Existen dos elementos clave para nuestro bienestar, la autoaceptación y el perdón.

Desde pequeños nos gusta agradar a los otros, somos seres sociables, por lo que necesitamos sentirnos aceptados por los demás, necesitamos sentir que pertenecemos a un grupo.

Encontrar ese grupo de pertenencia es en ocasiones complicado, requiere de nuestra parte una gran capacidad de adaptación al grupo, pero como somos seres muy diferentes, con creencias muy diversas  y gustos distintos, en ocasiones nos cuesta más adaptarnos, por lo que dejamos de ser nosotros o tratamos en todo momento de agradar a los demás, cambiando de personalidad, de comportamiento o de actitud.

En la etapa adolescente es fácil dejar de ser nosotros e intentar ser como los demás, buscamos modelos o ídolos a los que imitar, intentamos agradar a los demás, que nos acepten. Y en esa búsqueda de identidad, si pensamos que no estamos haciendo las cosas como deberíamos, comenzamos a sentirnos mal con nosotros mismos.

Muchos de nosotros en la etapa adulta arrastramos conflictos no resueltos, nuestro pasado es presente y nos sigue preocupando la aceptación y el compromiso con los otros. Nuestras relaciones de pareja, con nuestros hijos o con nuestros amigos se vuelven dependientes, buscando siempre la aceptación de los demás y el cariño de los otros.

Hemos aprendido a renunciar a nuestros intereses a defender nuestras ideas y opiniones, a renunciar a nuestros sueños a cambio de que los demás nos acepten tal y como somos.

¿Pero cómo somos?

Somos como pensamos que los demás quieren que seamos, pero no nos sentimos con la suficiente libertad para ser nosotros mismos.

Nuestro lema ha sido: "primero los demás y después yo".

Pero la clave es descubrir que todo funciona al revés, es decir " si yo estoy bien los demás estarán bien".

Pero este descubrimiento muchas veces pasa por volver al pasado para comprender cómo nuestra forma de comportarnos y que está relacionada con la forma cómo hemos entendido el mundo.

Entonces, una vez hemos vuelto al pasado y hemos entendido nuestra forma de proceder, volvemos al presente con un propósito, aprender a aceptarnos tal y como somos, sin perfeccionismos y sin autocastigos, sabiendo que somos diferentes y que ser diferentes nos convierte en seres especiales, ya que somos únicos. 

Pero para llegar a nuestra aceptación, necesitamos un segundo componente: "el perdón".







Es mucho más fácil perdonar a los otros que a nosotros mismos, es más fácil entender que los demás se equivocan, que tienen derecho a equivocarse y poder entender sus razones.

Pero el perdón a nosotros mismos es reconocer nuestras debilidades, reconocer nuestros errores, que las cosas no son muchas veces como las vemos y que debemos aceptarnos tal y como somos.

La autoaceptación y nuestro perdón nos acerca a sentirnos en paz con nosotros mismos y con el mundo, a ser libres, a expresarnos como queremos, a ser como queremos ser, siempre desde el respeto y la tolerancia a los demás, al amor incondicional.

El conflicto con los demás, muchas veces pasa por el conflicto que tenemos con nosotros mismos, la intolerancia hacia nuestro ser, se vuelve en intolerancia hacia los demás, nuestras exigencias, se vuelven en exigencias hacia los otros, nuestra falta de respeto hace que los demás no nos valoren, nuestra falta de cariño se vuelve en odio y rechazo por lo que somos y representamos.

Si queremos resolver conflictos, resolvamos primero nuestro conflicto interior, nuestros miedos, nuestras inquietudes y desde la tranquilidad y la tolerancia, veremos aquello que los demás no ven.



viernes, 15 de enero de 2016

El vacío que siento


Existen personas que se sienten incompletas y buscan en los otros llenar ese vacío existencial.

Son personas que emprenden muchas cosas, viajan, conocen nuevas culturas, realizan múltiples actividades, tienen varias relaciones, pero no sienten que nada les llene.

Son personas que buscan la aceptación de los demás, dejan de ser ellas mismas para convertirse en aquello que creen que deben de ser, en su preocupación de ser cómo los demás deseen, por miedo al rechazo, a no poder nunca llegar a tapar ese vacío que sienten.

Muchas veces no somos conscientes de la importancia que tiene para nuestra existencia nuestro pasado.

La forma cómo nos relacionamos hoy, cómo nos vemos está directamente relacionada con el cariño que recibimos durante nuestra infancia.

Hablamos de la Teoría del Apego, ya desde el momento en que se engendra el bebé, todas las emociones de la mamá, así como las acciones que realiza están condicionando la personalidad del niño.

Cuando nace es fundamental que el niño reciba las atenciones y el cariño necesarios para su desarrollo adaptativo.

Si la madre no es capaz de atender a las necesidades del niño, el niño puede aprender a no expresar emociones o sólo expresar las negativas.

En la medida en que nos vamos haciendo más mayores, de nuevo el tipo de mensaje que recibimos, sean mensajes positivos o negativos, cómo se nos expresan las emociones, va influir en cómo nosotros aprendemos que debemos ser y debemos de expresar.

Así llegamos muchas veces a la etapa adulta, con este apego inseguro, con una baja autoestima y sintiendo que debemos de tapar nuestro vacío interior desde fuera.

Quizás sea cuestión de dinero, de éxito, de reconocimiento profesional, de encontrar una pareja estable, el trabajo de mis sueños!

Pensamos que nos falta algo, que todavía no ha llegado o está por llegar, o lo peor: ¡que no llegará nunca!

El vacío que sentimos es un vacío de soledad, de falta de cariño, de necesidad de aceptación, del perdón, pero no del otro, si no de uno mismo.

El vacío de uno mismo, es un problema de autoestima, de búsqueda constante de perfeccionismo, de aceptación del otro, de múltiples personalidades, de huida o de ataque.

El vacío sólo se llena con el perdón de uno mismo, con mi propio valor y mi propia autoestima, con saber y aceptar que me equivoco, que me caeré muchas veces, qué sentiré tristeza en el camino, qué las cosas no me saldrán bien a la primera, que el error es aprendizaje y el fracaso el maestro.

Cuando sientas el vacío busca dentro de tí, porque en el intento de buscarte a tí, acabas haciéndote daño y también a los demás.

En mediación muchas personas no entienden por qué se han de separar si tienen sentimientos por el otro, no se sienten capaces de tomar decisiones, porque piensan que decidan lo que decidan siempre se van a equivocar y actúan siempre limitados por el miedo.

¡El vacío que sientes, lo debes de llenar desde el amor a tí mismo!