Para cualquier disciplina, lo más difícil es su conceptualización y su definición y aún más difícil si se alejan de las disciplinas científicas.
En ocasiones la forma más sencilla de definir es decir lo que no es.
Después de volver del Congreso de Mediación de Génova, me doy cuenta de que a pesar del paso del tiempo, muchos de nosotros seguimos sin saber definir qué es mediación, ya que la mayoría de las comunicaciones se alejaban de su esencia, volviendo a surgir el debate entre profesionales de diversas disciplinas.
Mediar no es hacer terapia, el terapeuta cuida de la salud mental de sus clientes y de sí mismo, su papel es más complejo y fácil al mismo tiempo, puede orientar e intervenir, dice qué puede o que debe hacer la persona para mejorar.
El proceso de mediación puede tener un componente pedagógico y terapéutico, pero no es psicoterapia, el objeto de la mediación no es el estudio científico del comportamiento humano.
Mediar no es juzgar, no es arbitrar, ni aconsejar, el mediador no tiene poder frente a las partes.
El mediador no ejerce pues como terapeuta, como abogado, como juez, como árbitro o como consultor.
¿De dónde viene entonces el error conceptual?.
Cada vez más, muchos de nosotros pensamos que el mediador interviene, quizás esto da lugar al error actual y a la dificultad de su definición.
Cuando hablamos de intervenir no hablamos de fomentar el cambio de forma activa y participativa, dando la solución a las partes, dejándolas al arbitrio del mediador.
Hablamos del cambio que se realiza en las partes después del proceso de mediación, donde se ha creado un antes y un después en la forma de resolver los problemas, en este sentido podemos decir que intervenimos.
Espero que mi reflexión contribuya a clarificar lo que parece que de nuevo vuelve a ser motivo de conflicto, ¡qué es mediación!.
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