domingo, 15 de febrero de 2015

Más allá del amor





Desde el punto de vista neurológico, existen hormonas en nuestro cerebro asociadas con emociones positivas. La dopamina es la hormona relacionada con la felicidad y la serotonina regula nuestro estado de ánimo.

Cuando una persona se encuentra atraída físicamente por otra, se produce una activación de dopamina, un aumento de la serotonina y también de la producción de oxitocina, hormona que disminuye la percepción del dolor y aumenta la conexión emocional que tenemos con el otro. Desconectando la amígdala, aquella parte del cerebro que se activa frente a las emociones negativas como el miedo.

La combinación de todos estos elementos nos conduce al enamoramiento del otro. Después nuestras creencias, nuestra forma de entendernos a nosotros mismos y de entender el mundo que nos rodea, acabará determinando si he realizado una buena elección.

¿Pero qué ocurre en nuestro cerebro para que estas hormonas de la felicidad, dejen de segregar las cantidades necesarias?

¿En qué momento se activa de nuevo la amígdala?

Son preguntas necesarias, para entender el funcionamiento de nuestro cerebro y las relaciones humanas.

Quizás si somos capaces de responder a estas preguntas podremos prevenir muchos conflictos interpersonales.

¿Y si entrenásemos nuestro cerebro? es decir, si decido realizar aquellas cosas que me hacen feliz y realizo ejercicios para activar mi serotonina y cuido de mi parte eléctrica del cerebro, sin duda mis conexiones favorecerían las emociones positivas.

Partiendo del supuesto de que si yo estoy bien puedo estar bien con el otro.

¿Por qué es tan fácil cambiar rápidamente nuestras emociones a negativas?

¿Tenemos una predisposición genética para generar emociones negativas?

Todo para indicar que no es así, quizás sea algo cultural, algo que hemos aprendido.
Me explico, a lo largo de la historia hemos aprendido que la mejor defensa es el ataque, entonces nuestra amígdala está siempre activada, luego es más fácil pasar rápidamente a emociones negativas.

Esto explicaría el por qué pasamos del amor al odio, por qué olvidamos rápidamente los buenos momentos y pasamos a centrarnos en los malos. Nuestras creencias y valores, nuestra percepción de uno mismo y del otro, contribuyen a generar malas interpretaciones, que con ayuda de nuestra estructura cerebral será más fácil de interpretar como una mala repuesta, una crítica y un ataque.

¿Cuestión del otro o de cómo yo lo interpreto?

¿Estamos entrenados para generar emociones positivas con el otro?

Difícil pregunta, si mi respuesta es que en mi vida he sido feliz, habré tratado de dar felicidad al otro.

¡Aprendamos a entrenar nuestro cerebro!


2 comentarios:

  1. interesante reflexion Elena, aunque sería interesante seguir con la reflexión sobre la facilidad al cambio de emocionas mal llamadas negativas, quizá por el estado generalizado de ansiedad que vemos como normal y la baja tolerancia desarrollada a la frustración, o por la ausencia del valor resilencia en nuestra formación…. no se. te seguiré a ver.
    Jacinto

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    1. Muchas gracias Jacinto por seguirme y por tus comentarios, seguiré con las reflexiones

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