Desde la infancia buscamos la aceptación y el agrado de los demás, hacemos cosas siempre pensando en los otros.
Maslow, Psicólogo Humanista, explicaba que el hombre busca un camino a su autorrealización, cubrir una serie de necesidades básicas (necesidades biológicas y de seguridad) y necesidades secundarias (de aceptación social, de autoestima y de autorrealización).
Primero debemos de tener cubiertas las primeras para proseguir hacia las últimas.
A partir de los 3 años comienza la socialización de los niños, coincidiendo hoy en día con el comienzo de su escolarización. A partir de esta edad se desarrolla el juego simbólico, es decir se juega a un juego que tiene un significado para el niño. Y para ello, los niños necesitan contar unos con los otros.
Los niños en Primaria, deben de aprender a trabajar en grupo y aquí la aceptación del otro es fundamental.
Pero trabajar en grupo no está exenta de conflictos, unos trabajan poco, otros lentos o demasiado rápidos, unos tienen mayor conocimiento y otros mayor liderazgo. Pero no tienen porque coincidir en sus preferencias para jugar o para pertenecer a un grupo en el patio.
No todos los niños son igualmente aceptados, porque no todos los niños son lo suficientemente habilidosos y estas diferencias pueden generar conflictos con los otros, bullying, aislamiento, rechazo.
Entonces podemos entender que ser distinto es sinónimo de ser no aceptado, ya que nos desviamos de la media.
Comienza entonces una fase que continúa hasta la adolescencia, ya que es la etapa en la que entendemos que todos debemos de ser aceptados y pertenecer a un grupo, para más tarde poder aceptarnos a nosotros mismos.
Y aquí comienza el camino en el que dejamos de ser nosotros mismos para ser aceptados por los otros, pensamos que debemos vestir como ellos, que nos tienen que gustar las mismas cosas y las mismas actividades, perdiendo nuestro verdadero yo, para no entrar en conflicto con los demás.
Tenemos que hacer aquello que la sociedad espera de nosotros, lo que creemos que debemos hacer para no defraudar a nuestros padres, lo que pensamos que esperan nuestros amigos, aquello que hace que se enamoren de nosotros y que nos nos dejen, de renunciar a nuestros sueños para que los demás cumplan los suyos.
Y así, llegamos a la etapa adulta, en muchas ocasiones preguntándonos quiénes somos realmente, ya que esa necesidad de aceptación social, de evitar el conflicto con los demás, nos ha llevado a una pérdida de identidad.
Pero ser único, ser diferente, es lo que nos hace ser más atractivos a los ojos de los demás.
Hemos invertido la pirámide, pensando que si éramos como los demás querían, seríamos mucho más valorados como personas. Pero el valor proviene de uno mismo y los demás deben de aceptarnos o no, tal y como somos, sin renunciar a nada ni a nadie.
Y así es cómo evitaremos muchos conflictos, al sentirrnos bien con nosotros mismos tenemos mayor capacidad de autocontrol emocional y por tanto, podemos gestionar mejor nuestras emociones y las emociones de los otros.
Los mensajes de la mediación contribuyen a la aceptación de uno mismo y del otro, a generar una nueva realidad.
Porque amarse a uno mismo es amar a los otros.