Porque las empresas están compuestas por personas y las personas no cambiamos tan fácilmente.
Las creencias y valores de una sociedad se transmiten de una generación a otra, de tal forma que se terminan convirtiendo en leyes absolutamente indiscutibles.
Estas creencias determinan nuestro comportamiento individual y colectivo dentro de las organizaciones.
Algunas de estas creencias han sonado en nuestra cabeza como dogma indiscutible desde niños, como:
"lo que nos sirvió en el pasado nos sirve ahora", "cuando una cosa funciona para qué cambiarlo", "la experiencia siempre nos ayuda a resolver problemas", "más vale lo bueno conocido que lo malo por conocer".
Decía Francisco de Quevedo: "poderoso caballero es don Dinero", cuánta razón tenía. Esta es otra de las creencias que guía nuestras andaduras. Dejando muchas veces olvidado el valor que tienen las personas.
Todo se consigue con dinero!
Cuando asistes a Jornadas o a través de los foros , te das cuenta de que algo está cambiando, muchos directivos y trabajadores hablan de felicidad en el trabajo, trabajo en equipo, inteligencia emocional, coaching, resiliencia, mediación y negociación.
Somos autodidactas y aprendices, de aquellos conocimientos que mejoran nuestras empresas, de lo que entendemos que será el nuevo paradigma empresarial.
Pero que tengamos conocimientos, ¿significa que somos expertos?
Todos conocemos directivos con una amplia biblioteca de libros de autoayuda y dirección de empresas, jefes que escuchan las Jornadas y llegan a las empresas los lunes, pletóricos de entusiasmo y con ganas de aplicar los conocimientos aprendidos.
Entonces, ¿por qué no cambian nuestras empresas?
Porque no cambiamos nuestra forma de pensar, porque pensamos en la cultura del "pelotazo", "del gran proyecto que me retire", "del cliente perfecto", pensando en ocasiones, en controlarlo todo, sin opción a delegar, por miedo a que nuestros trabajadores puedan saber más que nosotros o tomen el control de nuestras empresas, como ocurría en el motín de la Bounty.
Mala herencia tenemos de la picaresca, como aprendimos los que leímos el Lazarillo de Tormes y la Celestina, siendo la desconfianza nuestra mejor aliada.
Si sumamos todas nuestras creencias del pasado y las llevamos al momento presente, la respuesta es un liderazgo basado en creencias y leyes obsoletas, para una sociedad tecnológica y en continuo avance.
Nuestro planteamiento empresarial ha de ser diferente.
Construyamos las empresas del futuro, basando el liderazgo en la confianza en las personas, en los equipos de trabajo.
Cuando pensamos en el mundo deportivo, ya no podemos pensar en la Selección Española de Fútbol, sin su entrenadores, su médico, fisioterapeuta y psicólogo. Cada pieza es fundamental para el conjunto.
Como líderes no podemos ser coach, mediador, negociador, comercial, habilidoso emocionalmente, debemos comprender cuáles son nuestros puntos fuertes y aquello de lo que no somos expertos, dejemos que los que realmente tienen el conocimiento nos aconsejen.
Construyamos equipos multidisciplinares, utilicemos la inteligencia colectiva y la metodología cooperativa.
Los buenos profesionales son como las buenas ideas, no hacen ruido, porque su recompensa no es económica, su motivación no depende del exterior, si no de la satisfacción de hacer bien las cosas.
Los buenos profesionales no se miden por el índice de audiencia en las redes sociales, si no por la humildad con la que hacen su trabajo, pensando que lo que obtienen no se paga con dinero.
Los grandes cambios, los producen pequeñas personas que piensan que con ayuda de todos se puede llegar más lejos.
La mediación gerencial es sin duda un recurso necesario en las empresas y organizaciones que permita construir el nuevo liderazgo basado en valores y creencias del momento actual.
Si bien, no será la mejor de las opciones, si introduce la cultura dentro de la empresa de ganar-ganar y del diálogo necesario para prevenir conflictos.
Con el esfuerzo de todos, podemos hacer que nuestras empresas cambien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario