Hace cuatro años tuve la ocasión de asistir a la clausura del Máster de Gestión Integral de Conflictos, invitada por Jordi Granè y Sònia de Miguel, en Barcelona. Ellos me pidieron que hablase sobre la Felicidad en la Familia y en la Escuela.
Después de mi taller, Jordi me sorprendió al pedir a los alumnos que hiciesen una fila para abrazarme. Ante mi asombro, uno a uno fueron pasando y uno a uno me fueron abrazando.
Durante todo el día, estuve viendo muestras de cariño, entre profesores, profesores y alumnos, entre compañeros, me subí al tren pensando qué ocurriría en aquella Facultad, para que todos transmitieran tantas emociones.
Fue tal el impacto que aquello me causó, que decidí exportar este modelo para mis alumnos, así que aprovechando el inicio de un nuevo grupo de "Intervención y Tratamientos Psicológicos" decidí que las emociones debían de estar presentes.
El primer día de clase pedí al grupo, que se levantaran y se dieran un abrazo, todos ellos obedecieron mis instrucciones. Intenté durante todo el año que las emociones estuvieran presentes en mis clases.
Uno de los trabajos de los alumnos consistía en un diario experiencial, se trataba de que explicasen cómo habían vivido sus clases y su aprendizaje.
Cuando tuve los diarios delante, mi mayor sorpresa fue que a la mayoría de mis alumnos les había molestado el hecho de tener que abrazarse, porque ellos no se conocían. Pero también es cierto que después lo valoraron como muy importante, ya que al finalizar el curso, todos ellos tenían una unión especial, que a día de hoy aún persiste.
Lo que había ocurrido, me hizo pensar en el papel que juegan las emociones.
Dos años más tarde, en el Foro Mundial de Mediación en Valencia, una persona llamó mi atención y me dijo: "tú no te acordarás de mí, pero yo sí. Estuve en Barcelona en un taller que impartiste sobre Felicidad, lo cierto es que no pensaba acudir, mi padre acababa de fallecer y yo apenas tenía ánimo, pero tú me ayudaste mucho con tu abrazo".
De nuevo volví a pensar qué papel juegan las emociones.
Yo quiero ser emocional, quiero expresar mis emociones, aprender a gestionarlas correctamente y gestionar también las emociones de los demás.
Porque las emociones juegan un gran papel en nuestras vidas, como el miedo, cuya región cerebral, la amígdala se activa en el momento en que sentimos esta emoción.
Emociones que se registran a través de las conexiones del sistema límbico y del lóbulo prefrontal.
De nuestra actitud depende que generemos mayor número de emociones negativas o positivas.
Hemos aprendido en el trabajo en equipo a generar mayor número de emociones negativas que positivas, cuando mejoraríamos nuestro rendimiento si implementásemos más las últimas.
En nuestras relaciones con los otros también nos dejamos llevar por las emociones negativas o intentamos no mostrar a los demás nuestras emociones, porque demostrar emociones puede ser considerado como una muestra de debilidad ante los demás (o al menos eso creemos).
Por qué hablamos de emociones y las mostramos tan poco, quizá porque no hemos aprendido, la importancia que tienen en nuestra vida, para nosotros y para los demás.
Negar nuestras emociones, es negar que somos humanos, es negar nuestras conexiones cerebrales, qué explican nuestras características de personalidad y nuestra forma de interpretar la vida y a los que nos rodean.
En mediación nos resultaría más fácil, pasar el telón y olvidar las emociones, pero esto no ayudaría a resolver los problemas, sino a generar mayores problemas de cara al futuro.
Porque somos seres emocionales.
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